«The artist», el poder de los medios y la evolución

La verdad no pensaba escribir sobre «The artist», pero existe tanta polémica a su alrededor que me parece prudente dar mi opinión sobre ella. Si bien no es ni de cerca una gran película, estoy convencido que cuando se ama el cine, o cualquier otro arte, lo más enriquecedor es comentar y discutir sobre él, sobre lo que nos gusta, sobre lo que odiamos, en fin, que se sienta que hay pasión; como sea nunca nos vamos a poner de acuerdo. Así que, con todo respeto para lo que aman esta película, le entro a la discusión sobre la tan mentada película de Michael Hazanavicius.

El entorno mediático

Un día me encontré un estuche de película completamente negro, como de piratería, en una oficina de mi escuela; en esa oficina también había un reproductor de dvd y la tele. Decidí poner la película: era «Donnie Darko», yo tenía como 15 años y no tenía ni idea de que el cine se iba a convertir en algo tan importante en mi vida, pero ese día lo que vi me dejó impactado y me hacía preguntarme ¿de dónde salió esto? Terminé de verla, me fui a clase, y no supe de ella hasta varios años después, cuando mi interés en el cine se acrecentaba y un día me volví a encontrar con esa película que me había dejado marcado.

Viene la pregunta, ¿cuándo fue la última vez que viste una película sin siquiera saber de su existencia? Es rarísimo ver una película que no se sepa de dónde viene. Estamos bombardeados de información, para bien y para mal, y es precisamente aquí donde los medios nos hacen trampa y nos dicen lo que nos debe de gustar y lo que no; ya sea otorgando reconocimientos o dándole cobertura mediática exacerbada a productos que no son tan buenos como no los quieren hacer creer. Como dice Shepard Fairey (OBEY) en «Exit through the gift shop» entramos en «the power of repetition», esto sucede en política, marketing, y cualquier producto de consumo: nos pasan algo tantas veces enfrente que se comienza a desear, después se crea la necesidad de adquirirlo, y el paso final es que te termina gustando. Y entonces perdemos todos.

Imaginemos por un momento que se está a punto de ver «The artist» y no se sabe nada sobre ella. Nada, nada de nada… Son pocos los que todavía pueden dejar de lado el contexto y analizar una película simplemente por su contenido. A muchos les parece una obligación venerar películas por ser Palmas de Oro o Mejor Película en los Oscares, pasa en todos lados. Una película, todas y cada una de ellas, debe de analizarse por lo que es y no por lo que pudo llegar a ser, y menos por lo que la rodea. Si bien siempre es interesante las anécdotas de producción y saber un poco sobre el proceso creativo, al final lo importante es la pieza final.

El ejercicio

Viendo «The artist» desde esta perspectiva, simplemente como una película más, me parece un ejercicio cinematográfico interesante, algo que vale la pena ver aunque no sea mi tipo de película. Un proyecto que le llevó a su director, el francés Michel Hanavicius, varios años producir, ya que todos la consideraban una broma de mal gusto. Filmada en formato 1.33.1 como se hacía en los comienzos del cine, Hanavicius afirma que gusta mucho de este formato porque le dá mucha presencia a los actores en cámara. Al ser un formato cuadrado, y no alargado (16:9) como se hace prácticamente todo lo audiovisual en la actualidad, los actores literalmente llenan la pantalla. Esto es cierto, pero Hanavicius tampoco está innovando en nada, la impresionante «Paranoid Park» (2007) de Gus Van Sant también está filmada en este formato, claramente con una similar intención estética pero desde una visión más fresca y original. Además es bastante obvio que «The artist» tenía que ser filmada de esta manera si se buscaba imitar de manera diga a las películas antiguas.

La trama la sabemos todos: George Valentin (Jean Dujardin) es el actor del momento en el viejo Hollywood, cuando las películas eran mudas. Pero cuando se implementa el sonido al cine Valentin decide seguir haciendo películas mudas, se niega rotundamente a evolucionar, cree que el cine debe seguir siendo igual que siempre. Desde aquí ya es bastante obvio que la película nos quiere vender una nostalgia para el cine antiguo, el cual era hermoso y conmovedor, según.

Sinceramente, no me da nostalgia por ningún lado que el cine haya evolucionado tanto, de hecho exactamente lo contrario: me emociona sobremanera las posibilidades que se están alcanzando. Concuerdo completamente con Tarkovski cuando afirma en «Esculpir el tiempo» que hemos explotado muy poquito el arte cinematográfico, un arte de posibilidades infinitas que no puede seguir estancando trabajándose de la misma manera. Respeto que a algunos «The artist» los haga llorar, pero a mí de ninguna manera me gustaría regresar a 1927 para ver películas mudas, a mí me gustar estar en el aquí y en el ahora viendo la evolución del 3D, de las cámaras digitales, y que mis contemporáneos sean Tarantino, Wong Kar-Wai, Haneke, Iñárritu, Paul Thomas Anderson, Von Trier y demás. Lo que no cambia, muere, así que no me vengan con cuentos.

Sin duda lo mejor de la película son Jean Dujardin, la música y la cámara. Bien merecidos todos los premios que obtuvo Dujardin, ahora habrá que verlo en una actuación más «normal», por decirlo de alguna manera. Dejando de lado toda esa absurda nostalgia que vende la historia, el final me pareció muy divertido y pues, feliz. La verdad se disfruta, aunque para llegar a él hubo algún tedio de por medio. Tal vez la conclusión de toda esta conversación, es que «The artist» queda como una buena anécdota y ya está, a lo que sigue.

Y todo esto me lleva al título de mi siguiente entrada que va de la mano de ésta: «¿A dónde va el cine?»

3 Respuestas a “«The artist», el poder de los medios y la evolución

  1. Estimado Rafa, con todo respeto y con el afán de propiciar el diálogo, me parece que habría que hacer unas precisiones conceptuales para poder dialogar sabrosón. Creo que entendemos de diferente forma lo que es una «experiencia estética», yo la entiendo más desde Kant… la experiencia estética es algo que te deja en un estado de ataraxia… no hay razonamiento, estás invadido por un sentimiento… por el sentimiento que invade tu cuerpo cuando escuchas «La Cabalgata de las Valquirias».

    A diferencia de lo que muchos hablan y dicen (aquí discreparemos), Donnie Darko sí que me parece un ejemplo de lo que hace la moda y los medios de comunicación. Entiendo esta cinta como el más claro ejemplo de que estamos insertos en una época que se vangloria en teorías New Age y en todas las teorías artísticas postmodernas. Con Donnie Darko pasa algo curioso, la mayor gente que la ha visto, no sabe bien qué es lo que ha visto, no encuentra una ilación satisfactoria de lo que acaba de acontecer delante de sus ojos. El arte postmoderno se vale de esto, entonces tenemos cintas que graban unas moscas durante todo un día y lo hacen ver como si fuera una metáfora, la cual claro, sólo serán capaces de apreciar aquellos con tendencia mística y/o alma poética. Cuando uno termina de ver cintas como Donnie Darko la sensación es casi general: «¿Qué es lo que acabo de ver?». Preguntas de este tipo te llevan a quedarte pensando un rato sobre la cinta que acabas de ver y entonces se siente que hay algo que ha escapado porque no puedo aprehender la obra de arte en su totalidad en un primer momento… se necesita reflexión y entonces llegamos a afirmar que es una obra maestra. Eso es mucho del arte postmoderno, pero eso no es una experiencia estética, al contrario, hay reflexión, duda e incluso análisis.

    Luego, siguiendo con el tema principal de la entrada, que es la cinta The Artist», creo que es importante señalar que toda obra requiere cierta competencia para poder interpretarla, en literatura y/o filosofía tenemos la competencia semántica, en el cine creo que también hay una especie de competencia que tendría que ver no sólo con la semántica sino también con la historia del cine y la semiología. Así, es claro que quién se haya dado la tarea de ver, sentir y revisar «2001: Odisea en el Espacio» encontrará más cosas en Wall-E que quién no ha disfrutado y sentido «2001: Odisea en el espacio».

    The Artist me pareció de un romanticismo por el cine en medida que se tocan muchas cosas de fondo de teoría cinematográfica… Es decir, no es sólo una película muda, así como «Tiempos modernos» no era sólo una cinta sobre un hombre que trabajaba en una fábrica. Hay ideología de fondo. The artist es nada si sólo nos llama la atención el cine verista, si no revisamos el trabajo que pasó Eisenstein para poder hacer transmisible logos y patos a través de la imagen en movimiento. Para mí, The Artist no es sólo una obra artística, sino una «carta de amor al cine» como bien cité en mi último post a Penelope Ann Miller.

    Espero gustoso su respuesta.
    Saludos.
    (Aclaro, no creo que Donnie Darko sea mala película, me gustó pero soy en exceso escéptico sobre su profundidad y misticismo).

  2. Lo de «Donnie Darko» era sólo un ejemplo de una de las tantas películas que provocaron mi interés por el cine, y tiene la peculiaridad de que me topé con ella en circunstancias extrañas. Pero en fin, seguro es una película controversial, a mí me gusta demasiado pero también concuerdo en que existe muchísimo hype a su alrededor, se ha convertido en una película de culto y eso no suele dejar nada positivo.

    En lo de la experiencia estética estamos en lo mismo: lo único importante es lo que te hace sentir el arte, no es necesario entenderlo mientras se disfrute, el ejemplo más claro es David Lynch. Después igual y escribo algo más elaborado sobre el tema.

    Sobre «The artist», no creo que vaya a tener competencia directa, el que intente hacer una película similar es un simple oportunista. Igual y sí hay amor por el cine y todo, pero en verdad no creo que sea la gran cosa.

    Voy a hacer una pequeña entrada sobre el cine mudo. Un abrazo y seguiremos charlando.

  3. Cuando hablo de «competencia semántica» lo hago para referir a la capacidad de poder comprender una obra a partir de ciertos elementos base, donde por supuesto estarán en juego la teoría del significado y significante. Ahora bien si entendemos competencia con la acepción que has tomado, concuerdo contigo, lo cual a la vez llevaría a aceptar lo que mencioné en mi entrada sobre la película. The artist se instaura como una «Obra» en el sentido canónico de lo que significa ser una Obra, como momento de cesura que brinda un cambio de sentido.
    Sobre Lynch, es claro que es un director completamente existencialista, sus tomas que enfocan al suelo y nos muestran de pronto los gusanos debajo del pasto nos lo demuestran. Si puedes (claro si no lo has hecho) revisa «The pervert’s guide to cinema» de Slavoj Zizek, quién es un filósofo y psicoanalista en quien me estoy especializando. Seguro la encontraras sugerente.

Deja un comentario