Tenemos que hablar del cine de arte

Por Victor Benítez / @victorbenitezmx

El cine de arte llega, a veces, de manera anacrónica a los espectadores que podrían disfrutarlo de manera amateur. Las películas que han marcado generaciones, son y serán, las piezas que se inmortalizan como un punto de partida. La selección de autores como Fellini, Coppola, Scorsese, se vuelven una guía que nos permite un seguimiento para generar juicios actuales sobre las nuevas tendencias del cine cargado de elementos meramente artísticos.

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De manera anacrónica, vi We need to talk about Kevin (2011), una película de Lynne Ramsay que maneja la historia de un joven homicida aparentemente trastornado que sufre una clase de simbiosis con su madre pero todo desde una perspectiva que se contrapuntea con la visión opuesta entre padre y madre. Un filme de suspenso y drama basada en la novela de Lionel Shriver que toma importancia por su construcción cinematográfica.

Eva Khatchadourian, la madre de Kevin es interpretada por Tilda Swinton. Habrá que decir que a esta actriz se le conoce bien por interpretar papeles que profundicen en la psicología de sus personajes, quizás, El Ladrón de Orquídeas (2002) especifique de lo que hablo. Eva podría ser realmente el personaje principal de la cinta pero se ve desplazada por el atiborramiento de conductas impresionantes por parte de Kevin.

Sería atrevido definir el sentido cognitivo que representa la voluntad de Eva desde la primera escena, donde por ninguna razón aparente, se ve llevada por el azar entre los brazos de la multitud dentro de una tomatina. Mostrando la tranquilidad, libertad y soledad que su cuerpo expresa. Aunque por otra parte, el tomate y el color rojo en general, es un leifmotive que nos puede estar aclarando la violencia y el drama al que quiere trascender nuestra película. Como en alguna otra película que busca dejar en claro la creatividad de los artistas, escritores y guionistas, Eva además de ser madre también es escritora.

La veremos confundiéndonos entre un pasado y un presente, dando pautas y demostrando su sensibilidad para con Kevin y el trabajo constante para mantener su relación con Franklin (John C. Reilly), su marido.

Desde el principio, como de manera genética, Kevin delimita un rechazo y apatía con su madre. Se halla inmerso un discurso sobre la coexistencia, el amor y la costumbre. En el que se pierde a veces la idea de distinguir su peso ante los sentimientos.

La historia se vuelve lineal y necesariamente se quiebra para construir el móvil del homicida, Kevin (Ezra Miller). Que a su vez, va repasando diferentes etapas retándose a sí mismo y a su inteligencia con capacidad de persuasión.

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El propósito de una película de esta talla, que engloba esencias fuertes para la cosmovisión de un asesino, pero además para la visión de la madre de éste y las consecuencias para su vida futura cargando la ausencia de la normalidad, es logrado desde que podemos recorrer los diferentes momentos dando juicio propio hacia si es justo o no lo que vemos.

Aunque desde el principio sepamos que la línea de la película es desarrollar paulativamente la morfología de una relación entre madre e hijo. Se vuelve especial por la reflexión que hace la actuación, fotografía y el argumento en conjunto, es decir, se logra perfectamente la creación de marcos que sirven como parámetro para valorar este rodaje. Una pieza que vale la pena llamar cine de arte.

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