El nacimiento de la metáfora.

 

Por Ana Kristy Wiener Sosaanna karina     

Las máscaras de la tragedia y la comedia, siempre están juntas, ¿acaso no serán dos versiones de lo mismo? El trasfondo de la tragedia suele ser una comedia, por lo menos en lo que al vínculo entre partenaires se refiere, porque partimos de una discordancia fundamental. Si nos situamos desde el discurso, son dos decires que no van a lograr hacer uno porque cada uno habla de su relación con la pareja. Hay quien llega a decir que el sexo es un decir, y eso no es algo menor. Pero no sería un decir que inscribe una relación con el otro, sería más bien un decir que reproduce constantemente el enigma entre el sujeto y su cuerpo, de la elección de una posición singular, sus modos de gozar y de amar.

Pensemos por ejemplo en la comedia italiana, los personajes predefinidos tratan siempre el mismo tema; el amor, a partir del cual va a girar todo lo cómico de la situación. ¿No será el amor en el fondo, un sentimiento cómico? En la película de Godard «Une femme est une femme» hay algunos decires que llaman la atención por su simplicidad y precisión, uno de ellos es el momento en que Angela le pregunta: “¿Ya vamos a comenzar con nuestra farsa?”.

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Hay algo de la puesta en escena que permite que esta comedia entre los sexos se despliegue, es casi necesario este drama para que surja, -con suerte- algo auténtico, digo con suerte porque no es dado de antemano, uno tiene recurrir a las herramientas que ofrece la ficción para crear –y a veces creer-, es como en el cuadro del Italiano Zucchi, Eros y Psique, ahí donde estaría el miembro de su partenaire hay un ramo de flores, es decir no sabemos si es un agujero o un pene, pero el pintor sabiamente coloca el ramo para indicarnos que es algo que no se puede representar, eso que a ella la hacía gozar tanto. En el mito, ella se encontraba con Eros cada noche y la pasaban bárbaro, bajo la condición de que ella no debía saber quién era su amante, pues se encontraban en la oscuridad de la noche, hasta que animada por sus hermanas quiso saber y al romper el pacto, perdió a su amante. El cuadro nos muestra ese instante en el que ella enciende una lámpara. Es decir, hay algo enigmático que por más parloteo, por más explicaciones, por más dramatismo, no va a poder existir dicho.

Pero el modo, por lo menos neurótico de abordarlo es precisamente el que Angela señala: la farsa que lo metaforiza. Pensemos; queda reprimido porque no conviene que sea dicho pero se atesta en los decires, y por hablar deja imposible a la relación entre ellos. ¡Quizá es mejor que calle!, pero sabemos sobre el silencio, torna mucho más pesadas las cosas entonces mejor que hable, y en efecto, hablará pero de otra cosa, es el nacimiento de la metáfora. Esto queda estrictamente establecido en algunas películas de Bergman, por ejemplo «Secretos de un matrimonio». Godard toma el fenómeno del enamoramiento, y sus personajes exaltan la ironía, de ahí que vuelen.

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Bergman es más crudo. Si hiciéramos una analogía con la pintura, Godard podría ser un expresionista (basta con sus colores) y Bergman sería algo así como un Kubin pero en cine.

Hay quien dice que el amor es un color, lo acepto, pero a condición de no entender, y hay quien dice que el amor es metáfora, Lacan por ejemplo -tomando a los griegos-, pasamos de ser el amado -si ocurre el cuasi milagro, cuasi mágico encuentro- a ser el amante, ese que desea, irremediablemente algo en el otro porque nos falta –aunque no sea eso-, no sabemos qué, y la discordia es que no se corresponde con lo que el otro no sabe que tiene. Pero engañémonos un poco, suspendamos el enigma, porque una vez sabido corremos la suerte de Psique.

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